El Nacimiento que poníamos en casa cuando yo era pequeña tenía una particularidad: el rey Herodes cobraba vida por las noches y hacía maldades en el tranquilo pueblo de Belén. Mi padre se enteraba de la catástrofe (nunca supimos quien se lo decía) y nos avisaba a toda la familia “El rey Herodes ha hecho una trastada”. A partir de ese momento, todos nos poníamos a examinar detenidamente el Belén para descubrir que había pasado. Podíamos encontrar un patito perdido en la nieve, un pastor suplantando a San José, un cerdito a punto de ahogarse o la estrella señalando en una dirección equivocada. El rey Herodes tenía una gran imaginación y las posibilidades eran infinitas. A veces costaba horas descubrirla, y mientras más difícil era, mayor el prestigio de quien la descubría. El rey Herodes hizo trastadas durante muchos años. También mi hijo y los otros nietos salvaron a muchos personajes del Belén de las garras del rey Herodes cuando iban a casa de su abuelo.
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