[El autor] Ian McEwan (1948) es un novelista inglés.
En los años setenta, Ian McEwan era el joven rebelde que
escandalizaba a la impertérrita literatura inglesa con su debut Primer amor,
últimos ritos, esa colección de ficciones sobre psicópatas e incestos. Con
el tiempo, se disfrazó de amante demente en Amor perdurable, sacó de
paseo a los sabuesos violadores de Los perros negros y se pasó 30
páginas descuartizando un cadáver para El inocente. Una perita en dulce,
vaya. Pero quien busque a ese obseso del morbo y la lascivia, no lo encontrará
en La ley del menor. El Ian McEwan de hoy es un elegante caballero que
reflexiona sin amenazar, sentado en un sillón de su club, con un escocés en la
mesita [texto extraído de la crítica realizada por Santiago Rocangliogo el
13-10-2015 en El País].
[El libro] Una juez del Tribunal Tutelar de Menores tiene que
resolver el caso de un menor enfermo que por motivos religiosos no quiere
someterse a una trasfusión de sangre a la vez que ella misma se enfrenta a
dificultades en su matrimonio .
[Mi opinión] La protagonista de la novela, la juez, es
una mujer culta, de gustos refinados, casada con un profesor con el que
comparte aficiones y relaciones sociales. Vive entregada a su profesión, dictando
siempre sentencias muy meditadas, para lo cual estudia los casos incluso en su
casa donde siempre tiene algún expediente sobre el que reflexionar.
Los casos que lleva le preocupan, incluso
en ocasiones le quitan el sueño, porque es muy consciente de las implicaciones
que sus sentencias tienen en la vida de otras personas.
Pero el caso del joven testigo de Jehová,
que no quiere una transfusión de sangre que precisa para salvar su vida, tiene
consecuencias para ella fuera de lo habitual. El joven queda vinculado a ella por
una mezcla de admiración y amor y pretende formar parte de su vida privada. Coincide
además este caso con una imprevista crisis matrimonial que le hace ver que su
vida sentimental no es tan sólida como cree y le da un plus de debilidad.
Pero ella no está preparada para nada que
mueva su tan asentada vida, toda su sabiduría y experiencia se transforma en cobardía
y confusión y no encuentra otra salida que ignorar lo que le perturba. Solo
cuando el caso del joven le hiere profundamente, llega a ser capaz de mirar
hacia dentro y sentir de verdad.
Antes de leer este libro no había leído
nada de Ian McEwan por lo que no me ha extrañado el cambio que según Santiago
Rocangliogo ha experimentado el autor.
La novela para mí ha tenido dos puntos de
interés: el personaje principal – la juez- complejo y con fisuras y los casos
de los menores vistos desde la persona que debe resolverlos. Me habría gustado
incluso que los otros casos distintos del principal fueran tratados más a
fondo.
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