Lo compré en un hipermercado para un viaje en tren, me llamó
la atención que en la biografía que hay al principio de la novela dice que Marc
Levy es el autor más leído en Francia.
El planteamiento es original, una industria funeraria es
capaz de crear un robot idéntico a la persona fallecida que puede “vivir”
durante seis días después de la muerte. A partir de ahí, el resto es una
historia convencional o mejor dicho, dos. Una, un gran amor perdido hace 20
años y la lucha por reencontrarlo y otra la del padre y la hija que han
levantado entre ellos un muro de incomunicación.
La trama está bien construida intercalando los sucesos
actuales con los del recuerdo, de manera que las piezas van encajando unas con
otras. Levy va dejando algunas pistas que nos permiten sospechar el final.
Sin embargo la novela, aunque no aburre, tampoco interesa
demasiado, hasta en ciertos momentos – como los diálogos del padre y la hija - resulta
repetitiva y se le agradecería al autor algunas páginas menos.